lunes, 1 de febrero de 2016

EN EL PRINCIPIO ERA LA PALABRA

El taller existía desde siempre. Por lo menos así lo recordaba.
Al comienzo aceptaba todo tipo de trabajos. Arreglos de sueños, costura de posturas correctas, reparación de brillo en los ojos. Durante años, al entender que se acercaba un cierre definitivo, liquidación total,  se especializó en reciclaje. De palabras.
Y aun tan limitado, tenia que ser selectivo. Entre tantos verbos sin contenido real, sustantivos sin substancia, adjetivos sin a que y quien aplicarlos, eligió concentrarse en una sola. Su palabra.
Aquella tarde la sacó de un cajón viejo, oxidado, olvidado, la acercó a la luz, la limpió con buenos recuerdos. La pintó con sus emociones. La puso en la mesa.
Terminó percibiendo cansancio. Se acostó. Esa vez dormirá más que una noche.
Al día siguiente el susurro de un inquietante silencio anunció que el taller ha cerrado.
El sol de la mañana iluminó la mesa con sus rayos. Ahí estaba.
La única, la elegida. El logos de su vida. Decía:

gracias



Agradecimiento por la corrección a Lucía Abbate